
Por: Julio Torres
Es indudable que todo reglamento se diseña con la mejor de las intensiones, solo que su aplicación contiene tantas aristas que llega el momento en que se convierte en un instrumento que se puede adecuar a modo de las circunstancias.El reglamento más socorrido es el de tránsito, resulta que la simpleza de pasarse una luz roja de semáforo, queda a juicio de la autoridad que pretende aplicarlo, y sabemos que en la mayor parte de los casos, se ajusta a la decisión del oficial y el infractor.Lo mismo ocurre con la carencia de algún documento olvidado o la ausencia del cinturón de seguridad o el uso del teléfono celular mientras se conduce el vehículo, y en estos casos también todo lo deciden los actores en este asunto.
Y en todas las acciones de la administración pública, siempre se ha regulado de manera, tal vez con la esperanza de atrapar al ciudadano en ese enjambre de reglamentos, que producen una buena cantidad de dinero libre de impuestos.En charlas con los amigos he puesto sobre la mesa estos asuntos y he argumentado que si la reglamentación disminuye, afirmo que la corrupción también debe disminuir, pues se vuelve poco atractivo para las autoridades que viven muy bien con ese ingreso.
Siempre me dicen mis amigos que esa forma de reglamentar es necesaria para ejercer un buen control para la aplicación de las leyes, sin embargo, insisto en que es a la inversa. Quizás una encuesta entregaría buenos resultados para ambas teorías, volviendo al asunto de tránsito de vehículos, si una persona tiene un accidente, puede ser causa de que bebió en exceso, o padece alguna deficiencia física no visible o cualquier causa.
Lo anterior indica que esa persona no es apta para manejar un vehículo automotor, entonces, como es que se le otorgó la licencia de conducir, esto nos conduce a modificar la forma de otorgar licencias y no haciendo campañas de alcoholímetros. Es decir, se deben atacar los problemas antes de otorgar las licencias y no tratar de corregir con reglamentos lo que está mal desde su origen.
Creo que este asunto merece un análisis más profundo, lo haremos en otro momento, por lo pronto si usted tiene otro análisis, con mucho gusto lo publicaré. Solo quiero destacar que el exceso de trámites desde siempre, ha sido una especie de cáncer en la administración pública no solo en nuestro país.
No necesito hacer mas explicaciones al respecto, esta dicho todo…pero cabria hacernos unas preguntas..cuando y cuanto es exceso?...yo le puedo contestar que hasta que el ciudadano ya se harte de tanto tramite…a los arquitectos o ingenieros prvilegiados con obra publica les cae como anillo al dedo tanto tramite que les beneficia….les benefician los planos que se requieren a pasto en ciertas dependencias…pero y el ciudadano?....no cuenta? saludos
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